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Una mujer acudió durante tres años a distintos médicos en Reino Unido y Australia con dolores fuertes por infecciones urinarias, diarrea e hinchazón del estómago, pero le diagnosticaron que sufría estrés cuando, en realidad, tenía un tumor del tamaño de una pelota de voleibol por un cáncer de ovario que nadie supo detectar.
Los dolores corporales de Hannah Catton, una veterinaria de 24 años, empezaron en 2018. Primero fueron las infecciones urinarias, después su menstruación se volvió irregular, y acabó sufriendo diarrea y un dolor severo en el vientre.
Pero ninguno de los 10 especialistas a los que consulto en el transcurso de varios años le ofreció un diagnóstico distinto al estrés, pues la veían joven y en apariencia saludable, según reporta el diario The Washington Post.
El ginecólogo al que acudió le hizo una ecografía y le diagnosticó un fibroma uterino, una masa no cancerosa que crece en el útero, a menudo durante la edad fértil. Planearon así la operación para extirparlo, pero la pandemia del COVID-19 retrasó el procedimiento.
Meses después, y tras montar su caballo, Catton se desplomó, pero optó por tomar medicación para el dolor. Unos días después, éste reapareció con más fuerza y tuvo que ir a emergencias.
Los doctores detectaron una masa cancerosa de cuatro libras y media en uno de sus ovarios, que se extendía casi ocho pulgadas: el tamaño de una pelota de voleibol. Su preocupación ahora era saber qué tan extendido estaba por su cuerpo.
Los resultados de los exámenes llegaron días después: el cáncer no se había diseminado. Pero para Cotton, todo este tiempo doloroso le había dejado una lección: los médicos deberían escuchar más y mejor a sus pacientes.
Información de Telemundo
📸 Referencial de Canva